
Antes –supongo que ahora es lo mismo, pero menos– debíamos mucho a los viejos zorros de colmillo retorcido y rabo pelado. Llegabas de pringadillo a un sitio u otro, en tus primeras experiencias profesionales, y siempre había alguien de ese oficio o de cualquier otro, un tipo generoso atrincherado aquí o allá, lleno de resabios y lucidez, que te ayudaba a dar los primeros pasos por el campo minado sin otro motivo que tu juventud, tu inexperiencia, tu entusiasmo. Sin nada que ganar en ello por su parte; sólo porque le caías bien o veía en ti, quizá, el reflejo de lo que él un día fue, o de lo que tal vez nunca pudo ser, y tú, más dotado o con mejor suerte, tal vez un día fueras. Como si tu supervivencia futura, tu posible éxito, fuesen también, en cierto modo, los suyos.

3 comentarios:
Lo escribe ahora que él se ha convertido en un viejo zorro de colmillo retorcido.
Logico esta en la edad:)
La vida misma, :)
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