
Imagino a Carlos sentado en el café comercial ...escribiendo cuentos sobre amantes ideales y y tristezas del pasado .....su pluma es ligera , certera ... emborrona , tacha ...se queda pensativo
se despeina el pelo nervioso ...esta encantador con ese aire descuidado....le miro atraves de los grandes ventales y pienso ......Si aquella tarde hubiera dicho si ......pero transito de nuevo la calle con el recuerdo agradable de que quizás escriba algo para mi ..........
Sentado a la mesa de un rincón del cochambroso café frecuentado por ociosos jubilados amantes del dominó, la copita y el cigarrillo prohibidos en casa, se entretenía observándolos y tomando notas para esa novela que, sabía, no escribiría nunca. Lo que anotaba , poco, o nada, tenía que ver con esos viejos que parecían no saber hablar más que de política, fútbol y sus problemas de próstata pero, a pesar de ello, el ejercicio de mirarlos, por alguna razón superflua o, por el contrario, muy profunda, actuaba como “efecto llamada” para ideas abruptas que, casi compulsivamente, parecían empeñarse en colonizar su pequeña libreta. Al cabo de algo más de una hora y con el botín de un montón de hojas escritas, abandonó el local, notando, por el rabillo del ojo, las miradas de los ancianos, mientras sonreía ante una súbita verdad, acaso incierta; si quería ser escritor, debía tratar a las palabras con menor reverencia.
Dedicado a La Muchacha Dorada y a Peggy; dos bellezas de distinto pelaje.
4 comentarios:
Excelente introducción, Muchacha Dorada. Muchas gracias.
Me encanta el Café Comercial, vino cerquita, pero es tan caro... ;)
yo tambien vivo relativamente cerca ...:) igual hasta somos vecinos jaaa
¿Eso hacen los escritores? :)
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